martes, 17 de marzo de 2009

Piazza San Marco


Rebeca lo acompañó hasta la puerta, y luego de haber cerrado la casa y apagado las lámparas, se fue a su cuarto a llorar. Fue un llanto inconsolable que se prolongó por varios días, y cuya causa no conoció ni siquiera Amaranta. No era extraño su hermetismo. Aunque parecía expansiva y cordial, tenía un carácter solitario y un corazón impenetrable.(...) Los puñados de tierra hacían menos remoto y más cierto al único hombre que merecía aquella degradación, como si el suelo que él pisaba con sus finas botas de charol en otro lugar del mundo le transmitiera a ella el peso y la temperatura de sus sangre en un sabor mineral que dejaba un rescoldo áspero en la boca y un sedimento de paz en el corazón.
[Cien Años de Soledad - G. García Márquez]

1 comentario:

Estefanía Goren dijo...

HERMOSA FOTO! Esa nena la estaba pasando bien!